Alemania

Alemania
La República Federal de Alemania (RFA; en alemán, Bundesrepublik Deutschland) es un país de Europa central que forma parte de la Unión Europea (UE). Limita al norte con el mar del Norte, Dinamarca y el mar Báltico; al este con Polonia y Chequia; al sur con Austria y Suiza, y al oeste con Francia, Luxemburgo, Bélgica y Países Bajos. Alemania significa "tierra de los alamanes", en referencia a uno de los pueblos bárbaros que cruzaron el Rin e invadieron la Galia romana durante el siglo V. Además de alemán, está también extendido el uso del gentilicio germano, derivado del nombre con que los romanos conocían a la zona, Germania.

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(Deutschland)
► Estado del centro de Europa. Limita con el mar del Norte, Dinamarca y el mar Báltico al N; con Polonia y la República Checa al E; con Austria y Suiza al S y con Francia, Luxemburgo, Bélgica y Holanda al O. Su extensión es de 356 733 km2 con un total de 82 797 000 h. La moneda y el idioma oficiales son, respectivamente, el euro y el alemán. Las religiones mayoritarias son el protestantismo y el catolicismo. Administrativamente está dividida en 16 estados federados (länder) con capital en Berlín. En su territorio se distinguen tres regiones naturales: las llanuras de Alemania Septentrional (Norddeutsches Tiefland), la Alemania Central y Meridional (Mittelgebirge), que constituye una zona de transición formada por un complejo sistema de macizos y depresiones, y una región, al S, alpina y prealpina (Hochgebirge), que se extiende en forma de cadena montañosa de O a E y separa Alemania de Austria. Está constituida por formaciones de tipo calcáreo y surcada por numerosos valles producidos por el paso de ríos alpinos. El límite con el mar del Norte forma unas marismas marítimas que en ocasiones se extienden a lo largo de los ríos (marismas fluviales). Ello da lugar a una amplia zona fértil donde predomina la ganadería. En la costa del mar del Norte y del Báltico abundan las islas, la más importante de las cuales es la de Rügen. Clima de transición entre el templado de Europa occidental y el continental de Europa oriental. La presencia del mar en la parte N tiene como efecto unos veranos menos calurosos que en el S. Las precipitaciones son regulares a lo largo del año, variando entre 1 000-2 000 mm en la zona montañosa, más de 2 000 mm en los Alpes y zonas de la Selva Negra, y los 500-700 mm de las cuencas. La actividad agrícola intensiva se desarrolla en las tierras del valle del Alto Rin, más secas y cálidas, y en el litoral del lago de Constanza. La tercera parte del territorio alemán está cubierta de bosques: hayas y robles en las zonas poco elevadas, pinos donde el suelo es arenoso y abetos rojos a partir de los 1 000 m. Fauna sin especies autóctonas. La red hidrográfica está determinada por la inclinación general del suelo de S a N; a excepción del Danubio, que vierte sus aguas en el mar Negro, los principales ríos desembocan en el mar del Norte: Rin (afluentes Main, Neckar, Mosela y Ruhr), Ems, Weser y Elba (afluentes Saale y Havel-Spree), mientras en el mar Báltico lo hace el Oder (afluente, Neisse). El más importante de los lagos de montaña es el de Constanza, en la frontera con Suiza y Austria. Los orígenes raciales del pueblo alemán son heterogéneos. Predomina el tipo nórdico, con abundancia de los tipos alpino y dinárico. También se dan rasgos celtas, mediterráneos y eslavos. Durante la Edad Media, y con el auge del comercio de larga distancia, se produjo un notable desarrollo urbano. Al mismo tiempo se realizó la colonización de las selvas montañosas de la zona occidental. Durante los ss. XVIII y XIX se ganaron al mar y se poblaron extensas marismas marítimas. Después de la Segunda Guerra Mundial, con la división política de Alemania en dos estados, la población rural siguió derroteros bien diferentes: mientras en la República Federal Alemana la concentración parcelaria y la modernización agrícola tuvieron como resultado la pérdida del carácter agrario de los pueblos, convirtiéndolos en centros de residencia de obreros y empleados, en la República Democrática Alemana se transformaron en grandes cooperativas agrícolas. Tras la unificación, la extensión de la economía de mercado tiende a homogeneizar nuevamente la estructura de la población en todo el territorio alemán, aunque con las dificultades propias del desequilibrio previo existente. Importante ganadería en el S del país, que se complementa con la explotación forestal, turismo de invierno y explotaciones salinas. La industria (y por ende, la población) tiene sus mayores concentraciones en las ciudades de Munich y Augsburgo, donde hay una importante producción textil, mecánica y papelera. La zona central del país constituye una región densamente poblada, con una rica agricultura y una fuerte concentración industrial. En el área del valle del Alto Rin existen policultivos (cereales, hortalizas, frutales y tabaco), minería e industria pesada (Saar) y una diversificada industria ligera: relojería en la Selva Negra, mecánica, textil y química en Stuttgart y Nuremberg. En las montañas que hay entre las Ardenas y la depresión de Hesse, se encuentran las importantes cuencas mineras e industriales del Ruhr y de Aquisgrán. Su explotación comenzó a racionalizarse desde que, en la década de 1960, la producción carbonífera comenzó a descender. Al N, la fertilidad del suelo permite una gran actividad agrícola basada en la producción de cereales. Destacan los núcleos industriales de Kassel (textil, papelera, metalurgia y mecánica de precisión) y Münster (textil). Por último, en la parte más septentrional de Alemania, se encuentran Sajonia, que ha conocido un enorme desarrollo industrial basado en el lignito, y Turingia, donde también existen importantes centros mineros e industriales (cobre, hierro). Los puertos no sólo desempeñan una función comercial sino que además constituyen importantes centros industriales (Hannover, Bremen, Rostock, Peine y Hamburgo). A pesar de las dificultades que la unificación ha representado, por la adaptación de la economía planificada de la Alemania Oriental a un sistema de economía de mercado, con la problemática social que ello conlleva, la importancia de la industria alemana la convierte en uno de los principales motores de Europa.
HISTORIA La ocupación de Alemania por el ser humano data del Paleolítico inferior (mandíbula de Mauer). Procedente de los Balcanes, se desarrolló un primer neolítico (cerámica de bandas). Culturas de túmulos y de campos de urnas (Edad del Bronce). Tras las campañas de Julio César, la región ocupada fue dividida en provincias: Germania superior y Germania inferior, a las que en tiempos de Augusto se sumarían la Retia (Raetia) y la Nórica (Noricum). Estos territorios fueron romanizados y ejercieron el papel de frontera entre los mundos romano y germánico. Algunos pueblos (longobardos, suevos, vándalos, etc.) permanecieron en el N, con poco contacto con el mundo romano, mientras que otros (sajones, francos, alamanes, bávaros, turingios y burgundios), formaron federaciones fronterizas. Tras iniciarse la decadencia de Roma, el movimiento de estos pueblos hacia el S desempeñaría un papel fundamental en el definitivo hundimiento del Imperio romano de Occidente. Con el tiempo, los francos se impusieron a los otros pueblos; Carlos Martel reunificó y cristianizó los territorios y derrotó a los árabes (732), frenando su expansión por Europa. Su hijo, Pipino el Breve, fue coronado rey de los francos (751). Con el Imperio carolingio (s. IX) se constituía la primera unidad política de los pueblos germánicos. Carlomagno (768-814), hijo de Pipino el Breve, amplió y consolidó el territorio sometiendo a bávaros y sajones y organizándolo religiosa, política y militarmente a partir de sedes episcopales, condados y marcas militares. A su muerte la unidad del Imperio se desmoronó, dada la diversidad de los pueblos que lo componían. Por el Tratado de Verdún (843) se dio lugar a la formación de los reinos de Francia (Carlos el Calvo) y de Germania (Luis el Germánico). En 962 Otón I intentó restaurar el Imperio carolingio y formó el Sacro Imperio Romano Germánico, más teórico que real dada la resistencia feudal y la falta de una verdadera unión territorial. Aun así, se inició un período de relativa tranquilidad que permitió un desarrollo económico y demográfico, además de un renacimiento de la cultura clásica. Sin embargo, las rivalidades entre güelfos y gibelinos y los enfrentamientos con Roma convirtieron el Imperio en una institución más nominal que efectiva, iniciándose la etapa de máximo esplendor del feudalismo alemán. Más adelante, la Reforma de Martín Lutero ocasionó un extremo fraccionamiento político. La actitud luterana invitó a la agitación campesina, prontamente extendida por el centro y S del país. Sofocada ésta, los príncipes apoyaron la causa reformista y, mediante la Liga de Esmalcalda, se opusieron al emperador Carlos V. La paz religiosa de Augsburgo (1555) les convirtió en los mayores beneficiarios de la Reforma. Su incumplimiento, unido a la expansión del calvinismo y a los esfuerzos contrarreformistas de los jesuitas, dio lugar a la creación de dos bloques enfrentados: la Unión Evangélica (príncipes protestantes) y la Liga Santa (católicos). La hostilidad entre ambos generó la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), que enfrentó a todos los ejércitos europeos y tuvo catastróficas consecuencias demográficas. La Paz de Westfalia (1648) arruinó definitivamente la unidad alemana: el Imperio se fragmentó en 350 estados independientes, en los cuales la autoridad del emperador era prácticamente nula. Su recuperación no se produjo hasta mediados del s. XVIII, cuando Prusia se constituyó en potencia enfrentada a Austria por la supremacía alemana (guerras de Silesia, de los Siete Años y austro-prusiana de 1866). La extensión de los ideales de la Revolución Francesa, que entusiasmaron a intelectuales y artistas, puso en guardia a la clase dominante alemana. Francisco II declaró la guerra al nuevo Estado francés; las repetidas derrotas le obligaron finalmente a abdicar en 1806, con lo cual se disolvió el Sacro Imperio Romano Germánico. Tras la derrota de Napoleón se creó la Confederación Germánica (1815), formada por 38 estados, que llevó a cabo una política conservadora bajo la influencia del ministro austríaco Metternich. La revolución francesa de 1830 tuvo como efecto la adopción de textos constitucionales en la mayoría de los estados alemanes. Pero el cambio más notable se produjo en 1834, con el establecimiento de la unión aduanera (Zollverein), que significó la unificación económica de los 33 estados que se adhirieron. En 1862, Bismarck obtuvo la dirección del gobierno prusiano; declaró la guerra a Dinamarca, con lo que recuperó los ducados de Schleswig y Holstein; luego se enfrentó y venció a Austria, lo que significó la disolución de la Confederación. Tras su largo mandato, Bismarck había conseguido la hegemonía de Prusia sobre los otros estados, estableciendo las bases de la actual Alemania. En 1870 se desencadenó la guerra franco-prusiana, que fue aprovechada por Bismarck para conseguir la definitiva unión entre los estados alemanes. Tras la victoria, y en medio del entusiasmo popular, Guillermo I, rey de Prusia, fue proclamado emperador de Alemania, con lo que se consumaba la unificación política. El siguiente objetivo fue la consolidación interna del régimen. Bismarck detuvo el avance socialista y evitó el descontento social promulgando una serie de leyes encaminadas a aliviar la situación de las clases menos favorecidas (seguridad social, etc.). En política exterior, el interés se centró en la obtención de colonias ultramarinas: Camerún, Togo y África del SO (Conferencia de Berlín, 1884), Tanganika (1886) y posteriormente algunas posesiones en el Pacífico. La industria alemana, al amparo de un acusado nacionalismo económico, conoció un desarrollo extraordinario, llegando a superar a la inglesa. Alemania se colocó en el puesto de primera potencia económica europea y segunda mundial. El peso de semejante esfuerzo lo soportó la clase trabajadora, que derivó rápidamente hacia el socialismo; el Partido Socialdemócrata pasó a ser el más numeroso del Reichstag (1910). Poco a poco, el estado mayor militar se fue adueñando del gobierno, lo que condujo a un proceso armamentista. El sueño de una Europa central unida bajo la supremacía del pueblo alemán (pangermanismo) se fue abriendo paso. La confluencia de intereses con Austria y Turquía provocó la creación de la Triple Alianza (Francia, Rusia y Gran Bretaña), iniciándose una etapa de «paz armada». El atentado mortal contra el archiduque Francisco Fernando, heredero del Imperio austrohúngaro, fue la chispa que desencadenó el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-18). El aislamiento diplomático de Alemania, la debilidad interna de sus aliados y la intervención de E.U.A., deshicieron el Estado alemán. Por otro lado, la Revolución rusa de 1917 animó a los sectores socialistas, que vieron la posibilidad de llevar a cabo la revolución social. Exiliado el káiser, el Partido Socialdemócrata se hizo con el poder. En 1919 se proclamó la República de Weimar, que nacía ya condenada al fracaso: a las durísimas condiciones del Tratado de Versalles se sumaba una turbulenta etapa inicial de golpes de Estado comunistas y monárquicos y una grave inflación. Alemania perdió todas sus colonias, devolvió Alsacia y Lorena a Francia, diversos territorios a Polonia y Dinamarca, hubo de acceder a la ocupación de Renania y se vio obligada a pagar elevadas indemnizaciones de guerra. La crisis generalizada de 1929 significó un nuevo revés para la economía alemana. En los años siguientes la popularidad del nacionalsocialismo fue aumentando; en 1933 Hindenburg designó como canciller a Hitler. Rápidamente, los nazis se hicieron con el poder. En marzo, el Partido Nacionalsocialista ganó las elecciones parlamentarias; el mismo mes se proclamó el Tercer Reich, al tiempo que se desataba una implacable persecución contra judíos y comunistas. El nuevo régimen, de carácter totalitario, se fundamentó en la exaltación de la raza alemana como superior. Se instauró un modelo autárquico que dio un vigoroso impulso a la economía, al tiempo que se iniciaba un intenso programa de obras públicas. La sangrienta depuración realizada en las filas del partido (noche de los cuchillos largos, 30 de junio de 1934) y la muerte de Hindenburg convirtieron a Hitler en jefe del Estado. A partir de entonces Alemania se preparó para la guerra: la autarquía, la concentración industrial, la rápida militarización y una población fanatizada conducían inexorablemente a ella. En poco tiempo, Hitler rechazó las condiciones del Tratado de Versalles: se negó a efectuar más reparaciones de guerra e instaló tropas en la zona desmilitarizada de Renania. Paralelamente, firmó un acuerdo de cooperación con la Italia fascista (Eje Roma-Berlín) y en 1937 se constituyó el Pacto Antikomintern entre Alemania, Italia y Japón. Al año siguiente, en una operación fulminante, se produjo la anexión de Austria, a la que siguió Checoslovaquia y luego Polonia (1939). Francia y Gran Bretaña reaccionaron y declararon la guerra al Tercer Reich: comenzaba la Segunda Guerra Mundial. El éxito inicial de las tropas alemanas, apoyadas por las otras potencias integrantes del Eje, se trocó en derrota a partir de la intervención de E.U.A. y la U.R.S.S. en el conflicto. La capitulación alemana (7 de mayo de 1945) significó el desmembramiento total del país, sentenciado en la Conferencia de Potsdam (julio de 1945), y su reparto en cuatro zonas de ocupación administradas por los vencedores (E.U.A., Francia, Gran Bretaña y la U.R.S.S.). Los territorios de la Prusia Oriental quedaron bajo dominio de Polonia y la U.R.S.S., mientras los occidentales siguieron bajo la tutela de E.U.A., Francia y Gran Bretaña. La antigua capital, Berlín, fue a su vez dividida en cuatro sectores (francés, británico, estadounidense y soviético). Pronto se empezó a notar la distinta influencia ideológica de las potencias vencedoras, lo que separó la zona soviética de las otras tres. En 1949 el territorio alemán quedó dividido en dos estados: la zona bajo control de Francia, Gran Bretaña y E.U.A. constituyó la República Federal de Alemania (R.F.A.), mientras el sector soviético se convirtió en la República Democrática Alemana (R.D.A.). Berlín se mantuvo bajo el estatuto de ocupación, al margen de los dos estados, aunque en la práctica los tres sectores occidentales se incorporaron, social y económicamente, a la R.F.A., y el oriental a la R.D.A. Ésta obtuvo oficialmente de la U.R.S.S. la soberanía en 1954. Al año siguiente lo hizo la R.F.A., que luego ingresó en la OTAN (Organización del Tratato del Atlántico Norte). Al mismo tiempo, la R.D.A. firmó con la U.R.S.S. y los otros países socialistas el Pacto de Varsovia. Desde el principio se establecieron marcadas diferencias entre ambos estados, cuya separación quedó simbolizada en la construcción, por la R.D.A., del muro de Berlín en 1961, que separaba así las partes oriental y occidental de la ciudad, y dos estados política e ideológicamente muy distantes. (V. Alemania, República Democrática de y Alemania, República Federal de.) El proceso de normalización de las relaciones entre las dos Alemanias se inició en la década de 1970 con la llamada Ostpolitik del canciller Willy Brandt, aunque siempre bajo la premisa del reconocimiento de la independencia mutua y el respeto a las fronteras establecidas. La política de apertura del bloque comunista iniciada por el dirigente soviético Mijaíl Gorbachov (perestroika) encontró en la Alemania Oriental una fuerte oposición a su aplicación, en un momento en que las dificultades económicas del régimen comunista se hacían casi insuperables. En 1989, el desmoronamiento del régimen de la R.D.A. se hizo inevitable. El 9 de noviembre se abrió el muro de Berlín. Con el apoyo de la comunidad internacional (sobre todo E.U.A. y la U.R.S.S.), el proceso de reunificación se intensificó. La victoria de la Alianza Democrática en las primeras elecciones libres en la R.D.A. (18 de marzo de 1990) permitió optar por la vía de la unificación rápida, según la cual los cinco estados (länder) de la R.D.A. solicitaban su ingreso en la R.F.A. La unión económica y monetaria se estableció mediante un Tratado de Estado (18 de mayo). El 3 de octubre de 1990 los dos estados alemanes se unificaron formalmente. El Estado resultante, formado por 16 länder (10 de la R.F.A., 5 de la R.D.A. y el land de Berlín), adoptó el nombre oficial de República Federal de Alemania. El 2 de diciembre el democristiano Helmut Kohl ganó las primeras elecciones de la Alemania reunificada. El acelerado proceso de unificación ha comportado el desequilibrio económico del país y el empobrecimiento de los antiguos habitantes de la R.D.A., lo que favoreció la aparición de grupos violentos neonazis. En 1994 Helmut Kohl logró un cuarto mandato, aunque tuvo que gobernar en coalición con los liberales. Tras la victoria de los socialdemócratas en las elecciones de de 1998, Gerhard Schrőoder sustituyó a Kohl como canciller. El también socialdemócrata Johannes Rau fue elegido presidente en 1999. El gobierno de socialdemócratas y verdes aprobó recortes presupuestarios para el año 2000. En 2002 Schrőoder fue reelegido canciller. Alemania encabezó en 2004 la oposición a la invasión de Irak por los ejércitos estadounidense y británico. Ese mismo año Horst Kőoler fue elegido presidente de la República.
BELLAS ARTES En el s. XIII se desarrolló una literatura en lengua alemana basada en la epopeya popular (Cantar de los nibelungos, Gudrun). Luego se pasó a la literatura burguesa de los maestros cantores y posteriormente a la importante prosa de los místicos del s. XIV (Maestro Eckart, J. Tauler, Heinrich Seuse, etc.). En la época moderna, la Reforma acaparó la atención de los humanistas. Lutero tradujo la Biblia para divulgarla y creó el alemán moderno. Alrededor de 1770 surgió una revolución literaria: la Sturm und Drang (tormenta e ímpetu), uno de cuyos máximos representantes sería Goethe, el cual protagonizaría también una posterior evolución hacia lo clásico. En 1794, Fichte marcó el inicio del movimiento romántico, inicialmente surgido como reacción al clasicismo (Friedrich von Schlegel, Ludwig Tieck, Novalis y Friedrich Schleiermacher). El alejamiento del romanticismo se produjo con el movimiento de la «Joven Alemania» (E. Moritz Arndt, H. Heine, L. Börne, C. Dietrich Grabbe), que introdujo la política y la polémica en la literatura y dio pie al realismo que se desarrolló durante la segunda mitad del siglo. Alrededor de 1890 se inició un nuevo cambio que constituyó el origen de la poesía alemana contemporánea (Rainer Maria Rilke) y de un impresionismo psicológico (hermanos Mann, Hermann Hesse). Tras la convulsión de la Primera Guerra Mundial se inició un nuevo realismo basado en reflexiones, interrogantes y condenas (Ernst Jünger), buscador de nuevos valores en un momento en que la moral establecida estaba en decadencia. Con la ascensión al poder del régimen nazi, la mayoría de los intelectuales marchó al exilio; una minoría, en cambio, desarrolló una literatura nacionalsocialista caracterizada por el antisemitismo y el antibolchevismo. Tras el desastre de la Segunda Guerra Mundial, los escritores opuestos al nazismo (Thomas Mann) asentaron las bases de una nueva literatura alemana basada en la sencillez y la libertad; abundaron los temas en torno a la absurda obediencia militar (Albrecht Goes) y a las consecuencias morales y materiales de la contienda (Heinrich Böll, Arno Schmidt, Walter Jens, etc.). Tras la división de Alemania en dos estados, la literatura siguió derroteros muy diferentes. En la R.F.A., el realismo se manifestó con fuerza en las novelas y el teatro de Günter Grass. A partir de la década de 1960, los escritores adoptaron una actitud de compromiso social y político (Peter Weiss, Erich Fried). Posteriormente se ha venido desarrollando una literatura de carácter individualista (M. Walser, W. Kempowski, G. Wohmann, S. Lenz). En la R.D.A., en cambio, se impuso la doctrina del realismo socialista, acompañada de una rigurosa censura. Destacan B. Brecht, A. Zweig y L. Renn. En la década de 1960 surgieron críticas al dogmatismo oficial, aunque sin cuestionar el régimen. Tras un amago de liberalización, a partir de 1976 se endureció la censura, con prohibiciones y encarcelamientos. En buena medida, la filosofía alemana partió de la obra del Maestro Eckart (s. XIII), y tuvo un notable desarrollo con la aparición del luteranismo. Kant (1724-1804) revolucionó el mundo filosófico al situar al objeto y la razón en el centro de la ciencia, la moral y la estética. Con los poskantianos se desarrolló el idealismo alemán: Fichte elaboró teorías sobre la libertad y el yo absoluto; Schelling sobre la naturaleza y la religión. Hegel (1770-1831) creó toda una línea de pensamiento basada en la síntesis y en la dialéctica. De la izquierda hegeliana surgió el materialismo histórico y dialéctico de Marx (1818-83), al tiempo que el idealismo de los neokantianos dio origen a diversas escuelas. Husserl (1859-1938) impulsó la fenomenología, que Heidegger (1889-1976) acabó de definir y matizar. Otras corrientes importantes fueron: la generada por el psicoanálisis freudiano (Marcuse, Reich), el neopositivismo (Reichenbach), el existencialismo de Jaspers, la obra de Wittgenstein y el neomarxismo de la escuela de Frankfurt. El arte propiamente alemán se inició bajo el reinado de Carlomagno y siguió su florecimiento auspiciado por los emperadores sajones y francos (catedrales de Spira, Maguncia, Worms). El románico arraigó con fuerza, cediendo lentamente su lugar al gótico, que adquirió en Alemania características propias (iglesias de Ulm y San Esteban de Viena). En pintura destacaron E. Lochner, Franke, Moser, Holbein el Viejo y M. Schongauer. Auge del grabado (Nuremberg). En escultura destacaron Veit Stoss (retablos), Adam Kraft (piedra) y Vischer (bronce). El renacimiento alemán se caracterizó por la obra de A. Durero (1471-1528), cuyos principales discípulos fueron H. Baldung, L. Cranach y A. Altdorfer. En el s. XVI, la Reforma inspiró una arquitectura religiosa (iglesia de Wolfenbütel). En el s. XVIII, la influencia francesa e italiana dio pie al florecimiento del Barroco (abadía de Melk), que generó una importante producción en la arquitectura civil. En 1911, W. Gropius fundó la Bauhaus, escuela de enseñanza artística que sintetizó las artes a través de la arquitectura. Se imponía, así, una tendencia funcionalista que produjo importantes obras antes del período nazi, caracterizado por su colosalismo. También en las primeras décadas del s. XX surgió el expresionismo (Kokoschka, Beckmann, Grosz), que posteriormente fue dejando paso al arte abstracto (Klee). Tras la Segunda Guerra Mundial se produjo la confirmación del arte abstracto (E. Wilhelm, E. Schumacher). En la década de 1960, el arte alemán conoció un nuevo auge: el grupo Zero (H. Mack, O. Piene y G. Uecker) y el grupo Zebra. En los setenta, se produjo el dominio del antiarte (J. Beuys, W. Vostell); en los ochenta y en los noventa los neoexpresionistas pasaron a primer plano (H. Haese, N. Kricke y B. Meier-Denninghoff). A finales del s. XX e inicios del XXI, los museos se convierten en centros activos de difusión del arte y la cultura (Gemalde-Galerie, en Dresde, y Alte Pinakothek y Bayerisches Nationalmuseum, en Múnich, entre otros). La escuela musical alemana tuvo su antecedente inmediato en la tradición de los maestros cantores (Meistersänger). Tras una etapa inicial, surgieron las grandes figuras del Barroco: Telemann, Händel y Bach. En el campo de la ópera, C. W. Gluck consagró la supeditación de la música a la emoción del texto: La flauta mágica, de Mozart, se convirtió en la primera ópera alemana. Tras pasar el último tercio del s. XVIII a la sombra de la escuela vienesa (Haydn, Mozart), la música alemana resurgió con Ludwig van Beethoven. Ello confirmó la tendencia de la escuela germánica y sirvió de base para los compositores de música inspirada en textos literarios (F. Liszt, R. Strauss). La primera ópera romántica alemana (El cazador furtivo) fue compuesta por Karl Maria von Weber, antecesor, en muchos aspectos, de Richard Wagner, el más importante compositor dramático. Ya en época más reciente, Carl Orff desarrolló un teatro musical de carácter neoprimitivista. Después de 1945, los compositores se lanzaron a una renovación y abrazaron el dodecafonismo vienés (W. Fortner, B. Blacher). El resultado fue una gran variedad estilística. Clásicos nacidos en la década de 1920 (H.W. Henze, K. Stockhausen) han dominado, sin embargo, el panorama musical contemporáneo en Alemania. También destacaron en el s. XX G. Kroll, A. Reimann, W. Heider, H. Zender, J. Fritsch, H. Lachenmann, M. von Biel y D. Müller-Siemens.

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I
(as used in expressions)
República Federal de Alemania
II
ofic. República Federal de Alemania

República situada en el centro-norte de Europa.

Superficie: 357.021 km2 (137.846 mi2). Población (est. 2002): 82.259.000 hab. Capital: Berlín. La mayoría de la población es germana. Idioma: alemán (oficial). Religiones: luterana, católica. Moneda: euro. Su topografía es generalmente llana en el norte y con cerros en las regiones nordeste y central, que se elevan hasta los Alpes bávaros en el sur. La cuenca del Rin domina las partes centrales y occidentales del país; otros ríos importantes son el Elba, el Danubio y el Oder. Alemania ha desarrollado una economía de libre mercado basada en gran parte en servicios y manufacturas. Es uno de los países más ricos del mundo. Sus exportaciones comprenden vehículos motorizados y productos de hierro y acero. El jefe de Estado es el presidente y el jefe de Gobierno es el canciller. El poder federal está centrado en el parlamento bicameral. Las tribus germánicas entraron en Alemania s. II BC, desplazando a los celtas. Los romanos no pudieron conquistar la región, la cual se convirtió en una entidad política sólo con la división del Imperio carolingio en el s. IX AD. La monarquía era débil y la nobleza organizada en estados feudales acrecentó continuamente su poder. La monarquía se restauró bajo el gobierno sajón en el s. X, y se rearticuló el Sacro imperio romano, centrado en Alemania y el norte de Italia. El conflicto constante entre los sacro emperadores romanos y los papas católicos socavaron el imperio, y la rebelión de Martín Lutero (1517), que dividió a Alemania y, en definitiva, a Europa en facciones protestantes y católicas, culminó en la guerra de los Treinta Años (1618–48), que aceleró su disolución. La población y las fronteras de Alemania se redujeron considerablemente y sus numerosos príncipes feudales obtuvieron virtualmente la plena soberanía. En 1862, Otto von Bismarck llegó al poder en Prusia y en 1871 reunificó Alemania en el Imperio alemán. Este fue disuelto en 1918, después de la derrota alemana en la primera guerra mundial y se declaró la República de Weimar. A Alemania se le despojó de gran parte de su territorio y todas sus colonias. En 1933, Adolf Hitler se convirtió en canciller y estableció un estado totalitario, el Tercer Reich, dominado por el Partido Nazi. La invasión de Polonia, por Hitler en 1939, sumió al mundo en la segunda guerra mundial. Luego de su derrota en 1945, Alemania fue dividida por las potencias aliadas en cuatro zonas de ocupación. Los desacuerdos con la Unión Soviética sobre su reunificación llevaron a la creación en 1949 de la República Federal de Alemania (Alemania Occidental) y de la República Democrática Alemana (Alemania Oriental). Berlín, la antigua capital, permaneció dividida. Alemania Occidental se convirtió en una próspera democracia parlamentaria; Alemania Oriental se transformó en un Estado unipartidista bajo control soviético. En 1952, Alemania Occidental fue uno de los miembros fundadores de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), antecesora de la Unión Europea (UE). El gobierno comunista de Alemania Oriental fue derrocado pacíficamente en 1989 y Alemania fue reunificada en 1990. Después de la euforia inicial por la reunificación, la integración política y económica de la antigua Alemania Oriental a la República Federal representó una pesada carga financiera para los alemanes occidentales más acomodados. Sin embargo, el país siguió avanzando hacia una integración política y económica más profunda con Europa occidental a través de su membresía en la Unión Europea.

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Archivo Edit. Santiago

Enciclopedia Universal. 2012.

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